¡Hola creativ@s!
Hoy, quiero hablaros del concepto de pedagogía activa y de cómo aplicarla, de manera práctica, con los niños.
Y es que, en los últimos años, cada vez somos más los profesionales educativos, así como las madres y los padres, los que queremos otro tipo de educación para nuestros hijos y nuestros alumnos, como alternativa al sistema educativo actual, todavía muy vinculado a la escuela tradicional.
En las pedagogías activas, el niño es el protagonista de su propio aprendizaje. Y el adulto, le observa y le acompaña durante ese proceso, como guía y facilitador, desde un segundo plano.
La finalidad de este tipo de pedagogías es despertar en los niños la motivación, el interés y el deseo por aprender, además de lograr su independencia y autonomía. Para ello, hay que conocer sus necesidades y fomentar, en ellos, el aprendizaje por descubrimiento, comprensivo y significativo.
Las pedagogías activas nacen a partir del concepto de “Escuela Nueva”, un movimiento educativo que surge a finales del siglo XIX, como alternativa a la escuela tradicional. Totalmente opuesto a ella. Algunas de las pedagogías activas más importantes son Montessori, Waldorf, Reggio Emilia o la propuesta por Freinet, entre otras muchas. En la publicación de hoy, no vamos a ver cada una de ellas en profundidad. Sino, que vamos a conocer, las características principales que tienen en común.
Así que, a continuación, expongo una serie de ideas y claves fundamentales, que pueden ser útiles, tanto para el personal educativo como para las familias, que quieran introducirse en el mundo de las pedagogías activas:
Es necesario adquirir formación en pedagogías activas.
Tanto si somos madres o padres, que queremos introducir las pedagogías activas en casa, como si somos profesionales educativos, partidarios de aplicar este tipo de educación en el aula, vamos a necesitar adquirir conocimientos y formación en este ámbito.
En este sentido, las familias que deseen optar por este tipo pedagogías, para la educación de sus hijos, necesitarán conocerlas en profundidad, a través de cursos, lecturas y formaciones.
Con respecto al personal educativo, que quiera aplicarlas con su alumnado, dentro del aula, es fundamental contar con una formación especializada en pedagogías activas, y saber cómo ponerlas en práctica con los niños.
Pero, además de estar constantemente formados y actualizados en este ámbito, para poder llevar a cabo estas nuevas pedagogías en el aula, los profesionales educativos, que también quieran opositar, deben saber que algunos cursos y formaciones se contabilizan como una parte más del baremo, en este tipo de procesos.
Os cuento mi experiencia. Hace algunos años, me preparé para ser profesora de secundaria. En mi caso, yo hice varios cursos homologados para oposiciones, con los que obtuve 0,5 puntos más sobre la nota final.
Así que, a todo el personal educativo que quiera optar a las oposiciones del cuerpo de maestros y profesores, les animo a hacer este tipo cursos y formaciones. Ya que al estar homologados, cuentan como una parte más del baremo y se ven reflejados en la puntuación definitiva.
En las pedagogías activas es fundamental innovar y ser creativos.
Tanto si somos personal educativo, como madres y padres, para aplicar las pedagogías activas, en el aula o en casa, es necesario que seamos innovadores y creativos.
En primer lugar, porque influye directamente en la motivación de los niños respecto al aprendizaje. Es fundamental suscitar su interés y sus ganas de aprender. Para ello, educar en el asombro, fomentar el aprendizaje por descubrimiento, comprensivo y significativo, así como aprender jugando, son grandes aliados para alcanzar nuestro objetivo.
En segundo lugar, los adultos, al mostrarnos como modelos de referencia creativos, conseguiremos que los niños también lo sean. Fomentar la creatividad infantil es muy importante para su desarrollo.
Hay que sorprender a los niños, innovar y ser creativos. Debemos conectar con ellos, observando cuáles son sus necesidades, gustos e intereses. Y, por supuesto, tenemos que abrir la mente y salirnos, con más frecuencia, de la programación establecida y el libro de texto.
En definitiva, la creatividad es capaz de mejorar todas las esferas de nuestra vida. Incluso, me atrevería a decir que con ella se puede cambiar el mundo.
En las pedagogías activas se respetan los ritmos y tiempos de aprendizaje de los niños.
Si hay algo que tienen en común todas las pedagogías activas, es que, en ellas, se respetan los ritmos y tiempos de aprendizaje de los niños.
Tanto si somos personal educativo, como madres y padres, debemos dejarles el tiempo que necesiten para pensar, actuar, hablar, expresarse, asimilar conceptos, experimentar, explorar o realizar cualquier actividad, sin ser interrumpidos.
Cada niño es diferente. Y, por tanto, también, aprende de forma distinta. Además, incluso la actividad más insignificante, puede ser de gran relevancia para su desarrollo. Por ello, como adultos, debemos adaptarnos a los ritmos y tiempos de cada niño. Sin prisas. Sin tratar de adelantar etapas. Dejando que todo fluya de la forma más natural posible.
Para poder adaptarnos a sus ritmos y tiempos, es fundamental observar y conocer bien a cada niño. Lo ideal es comenzar dedicando tiempos cortos al aprendizaje, y no largas sesiones. Una vez que el niño se vaya acostumbrando, se podrán ir incrementando los minutos, poco a poco. Pero, siempre respetando el ritmo de cada uno.
Al principio, lo mejor es marcarnos unos objetivos de aprendizaje más realistas y sencillos. Y, una vez que los niños vayan avanzando, podremos fijarnos metas mayores. Pero, sin forzar nada. Actuando siempre con la mente abierta y de manera respetuosa.
Una vez que conocemos a cada niño, podemos tratar de planificar una serie de rutinas y un horario, donde distribuiremos, de manera flexible, no sólo el tiempo destinado al aprendizaje, sino también los momentos para jugar, comer, asearse, dormir, etc.
Con respecto a los tiempos destinados a aprender, es importante aprovechar los momentos de mayor concentración. Se suelen considerar buenos horarios, las primeras horas de la mañana o de la tarde. Pero, como os comentaba hace un momento, depende de cada niño. Lo ideal es observar a nuestros hijos y a nuestros alumnos, y adaptarnos a ellos.
Por último, a la hora de aprender, también es importante evitar las distracciones y la multitarea. Es mucho mejor enfocarnos en una sola cosa, y tratar de atraer la atención de los niños hacia ella.
El niño es el protagonista de su propio aprendizaje, en las pedagogías activas.
En las pedagogías activas, todo está centrado en las necesidades e intereses de los niños. De este modo, el ambiente de aprendizaje debe ser un entorno creado y pensado para ellos, exclusivamente.
Además, el niño debe ser el protagonista de su propio aprendizaje, participar activamente en él, y, a partir de ahí, construirse a sí mismo, integrando aquello que le ofrece el entorno (“mente absorbente”), en el momento más idóneo (“periodos sensibles”).
Los conceptos de “mente absorbente” y “periodos sensibles”, a los que acabo de hacer referencia, fueron acuñados por María Montessori, quien, tras la observación de los niños, durante años, llegó a comprender muy bien cómo era su comportamiento.
María Montessori descubrió que los niños tienen una “mente absorbente”. Ésta les permite captar todo tipo de impresiones y sensaciones del entorno que les rodea. Pero, además, llegó a la conclusión de que los niños, en su desarrollo evolutivo, pasan por fases de interés y curiosidad, que denominó “periodos sensibles”.
Durante estos “periodos sensibles”, el niño tiene una enorme capacidad para aprender y asimilar el mundo que le rodea, sin hacer grandes esfuerzos. Es decir, que está mucho más receptivo a los estímulos externos y a la adquisición de diferentes aprendizajes.
El papel del adulto en las pedagogías activas: guía, observador, acompañante y facilitador.
En las pedagogías activas, no hay un maestro o profesor tal y como lo concebimos en la escuela tradicional. Es decir, no hay un adulto que imparta una clase magistral, frente a unos alumnos, que son sujetos pasivos, y se limitan a memorizar y reproducir ese contenido.
Su papel es bien distinto. El adulto no enseña al niño de la forma que acabamos de ejemplificar. Sino que le hace partícipe y protagonista de su propio aprendizaje.
El adulto se comporta como un gran observador del comportamiento de los niños. Su objetivo es estimularlos hacia el aprendizaje, guiarlos para que aprendan por sí mismos, y para que sean autónomos e independientes.
Además, les facilita los materiales y recursos necesarios para que puedan aprender en un ambiente seguro, agradable y positivo. Y, también, les acompaña en su desarrollo evolutivo.
Cuando surge una dificultad, el adulto puede intervenir. Pero, siempre lo hará, tratando de no dar más ayuda de la necesaria.
En las pedagogías activas se fomenta el aprendizaje por descubrimiento, comprensivo y significativo.
En las pedagogías activas, se fomenta el aprendizaje por descubrimiento, comprensivo y significativo, y se evita el puramente memorístico, heredado de la escuela tradicional. Los alumnos ya no son sujetos pasivos, que se dedican a memorizar y reproducir la lección, sino que participan de manera activa en su propio aprendizaje.
En pleno siglo XXI, algunos profesores siguen apostando por el aprendizaje puramente memorístico. Esto es algo que no concibo, ni como docente, ni como madre, ni como alumna. Está claro que hay que utilizar la memoria. Pero, el aprendizaje no puede estar completamente supeditado a ella.
¿Para qué sirve aprenderse párrafos, de principio a fin, sin comprender su significado? Creo que este tipo de aprendizaje, planteado así, no tiene ningún sentido. Una cosa es aprenderse fechas y datos puntuales relevantes, y otra, memorizar todo sin saber ni lo que estamos estudiando.
En definitiva, hay que apostar por un aprendizaje comprensivo, en el que los alumnos entiendan aquello que están leyendo o escuchando. Una vez comprendido, ya no necesitarán memorizarlo, porque, directamente, lo habrán asimilado. Y en definitiva, también lo habrán aprendido.
Además, también, tenemos que fomentar el aprendizaje por descubrimiento. Debemos dejar que los niños hagan y deshagan. Que aprendan jugando, explorando y experimentando.
Como planteábamos al principio, el adulto debe innovar y ser creativo, educar en el asombro y sorprender a sus alumnos, para atraer su interés y motivarles hacia el aprendizaje. Para ello, el personal educativo o la familia no puede limitarse a reproducir un libro de texto. Hay que ir mucho más allá y abrir la mente.
Niños autónomos e independientes, en las pedagogías activas.
Las pedagogías activas tratan de fomentar que los niños sean autónomos e independientes. De este modo, tanto en casa como en el aula, los ambientes y espacios deben estar preparados y adaptados, para que todo sea accesible y esté a su alcance.
Los adultos debemos dejar que los niños tomen la iniciativa y que hagan cosas solos. Confiar en ellos, en sus capacidades y habilidades. Esto les va a dar seguridad en si mismos, va a mejorar su autoestima, su autonomía y su independencia. Además, si van descubriendo las cosas, de manera espontánea, aumentará su curiosidad y motivación por aprender cosas nuevas.
Para fomentar la autonomía y la independencia del niño, os recomiendo leer una reseña que escribí, hace un tiempo, del libro “Enséñame a hacerlo sin tu ayuda”. Aquí vais a encontrar muchísimos ejemplos prácticos y actividades cotidianas, para poder trabajar este aspecto, tanto en casa como en el aula.
En las pedagogías activas, se integra el aprendizaje del niño en las actividades cotidianas.
En las pedagogías activas, se integra el aprendizaje del niño en las tareas y actividades cotidianas, que llevamos a cabo cada día.
De este modo, actividades tan habituales como lavarse las manos o los dientes, poner la mesa, ordenar la habitación, vestirse y desvestirse, entre otras muchas, son oportunidades de aprendizaje para los niños. Además, es fundamental que las aprendan, para poder desenvolverse de manera autónoma, en su día a día.
Por ello, este tipo de actividades cotidianas, que, normalmente, llevamos a cabo dentro del hogar, también se han integrado en las escuelas donde se aplican las pedagogías activas. Se trata de un tipo de aprendizaje vivencial, a través del cual, los niños adquieren, casi sin darse cuenta, competencias y conocimientos, necesarios para desenvolverse en su vida.
En este sentido, recomiendo a las familias y al personal educativo, que cuando queramos explicar a los niños conceptos teóricos, a veces, abstractos para ellos, los traslademos, con ejemplos prácticos, a las actividades cotidianas, a su entorno, a su experiencia vital. Y es que, al relacionar estos contenidos con aquello que conocen, y que forma parte de su día a día, estarán adquiriendo un aprendizaje comprensivo y significativo.
Pero… ¿Cómo podemos gestionar el aprendizaje de estas actividades cotidianas con los niños, aplicando las pedagogías activas?
En primer lugar, con espacios y materiales preparados, adaptados y accesibles a los niños, les proporcionamos oportunidades para aprender por sí mismos. De este modo, pueden elegir, pensar, actuar, explorar, experimentar y adquirir autonomía.
En segundo lugar, nunca debemos tratar de imponer a los niños ninguna actividad. Podemos proponer, pero, nunca obligar. La libertad y el respeto a los niños, es fundamental.
En tercer lugar, a la hora de presentar una actividad, es conveniente escoger un lugar y un momento tranquilos, en los que tanto el niño como el adulto estemos receptivos y disponibles. Sin distracciones. Además, también os recomiendo explicarles la actividad, despacio y con pocas palabras. Los adultos tenemos un ritmo al hablar que, a veces, es demasiado rápido para los niños.
En cuarto lugar, como ya hemos planteado anteriormente, debemos adaptarnos a su ritmo de aprendizaje y darles el tiempo que necesiten para llevar a cabo la actividad, sin ser interrumpidos. De hecho, no debemos intervenir si no nos lo piden. Es muy importante para su aprendizaje dejar que se equivoquen, y que ellos mismos encuentren la solución.
Por último, una vez terminada la actividad, debemos mostrarles cómo ordenar y recoger el material, después de su uso.
En las pedagogías activas, se concibe el “error” como un elemento necesario para aprender.
En las pedagogías activas, se concibe el “error” como algo positivo, que forma parte del aprendizaje.
En este sentido, debemos dejar que los niños se equivoquen, y que aprendan a encontrar soluciones, cuando esto sucede. Cometer errores es algo completamente necesario para aprender.
Por ello, los adultos, tanto en casa como en el aula, debemos transmitirles que aprender de los errores es algo positivo, no negativo. Y además, tenemos que evitar el perfeccionismo exacerbado.
Si los niños se exigen demasiado a sí mismos y tratan de hacerlo todo perfecto, estarán sometidos a un nivel de estrés innecesario. Como consecuencia, sólo conseguirán bloquearse. Y, en definitiva, esto no favorece el aprendizaje, sino todo lo contrario. Es contraproducente a la hora de aprender.
En las pedagogías activas, se fomenta el sentimiento de pertenencia.
En las pedagogías activas se fomenta el sentimiento de pertenencia. Esto es fundamental para el óptimo desarrollo emocional de los niños.
Y es que, desde que nacemos tenemos la necesidad de pertenecer. Primero, en el hogar, los niños necesitan sentirse miembros de la familia. Después, en la escuela, ocurre algo similar. Necesitan pertenecer a un grupo.
Necesitamos sentir que pertenecemos, no sentirnos excluidos. Así que, tanto a las madres y a los padres, como al personal educativo, os recomiendo educar con amabilidad, aportando a los niños amor, cariño y aliento, para que sientan el “calor de un hogar”, tanto en casa como en la escuela. Así, tendrán cubierta esa necesidad de pertenecer, tan importante para su desarrollo emocional.
Una actitud positiva y un clima agradable en el entorno favorece el aprendizaje del niño.
En las pedagogías activas, se fomenta una actitud positiva y un clima agradable en el entorno de los niños, ya que esto favorece su aprendizaje.
En este sentido, es fundamental crear un ambiente de trabajo agradable y de confianza, tanto en la escuela como en casa, en el cual, el niño no se sienta juzgado y evaluado continuamente. La retroalimentación y las críticas deben ser constructivas.
Hay que evitar el autoritarismo y la rigidez excesiva. Por supuesto, debemos proponer límites y normas, pero, siempre desde el respeto, y consensuados con los niños.
Lo ideal es que el adulto y el niño tengan una relación basada en la confianza y el respeto mutuo. Esto mejorará la autoestima del pequeño, le aportará seguridad y confianza en sí mismo. Además, le motivará a la hora aprender.
Por último, también, es importante que, tanto el personal educativo como las madres y los padres, compartamos con los niños experiencias positivas que hemos vivido, a la hora de aprender.
En las pedagogías activas, se emplean espacios accesibles, ordenados, bien iluminados y sin exceso de cosas.
Tanto en la escuela como en el hogar, debemos adaptar los espacios, para que sean accesibles a los niños. Si queremos fomentar en ellos la autonomía, los materiales y recursos empleados deben estar a su alcance.
También, es fundamental que los ambientes estén ordenados, bien iluminados (a ser posible con luz natural), con tonos claros y neutros, y sin exceso de cosas. Si tenemos una estancia saturada de juguetes y materiales, es probable que el niño experimente un bloqueo de los sentidos. De este modo, puede que no sea capaz de pensar con claridad, y ni siquiera sepa con qué jugar.
Por último, es muy importante que los niños dispongan de un espacio propio, donde tengan sus cosas, ya que refuerza el sentimiento de pertenencia, del que ya hemos hablado anteriormente. Además, este lugar debe ser agradable para ellos, por lo que debemos respetar sus gustos e intereses.
En las pedagogías activas, se fomenta, en los niños, la escucha activa y la libertad de expresión.
En las pedagogías activas se fomenta, en los niños, la escucha activa y la libertad de expresión.
La escucha activa no es otra cosa que aprender a escuchar a otros, evitando distracciones, y manteniéndonos concentrados en lo que dicen. En las pedagogías activas, se trabaja mucho este aspecto con los niños. Y es que, desarrollar la escucha activa es fundamental a la hora de aprender, y, también, para poder desenvolverse en el mundo que les rodea.
Como parte del aprendizaje de la escucha activa, es imprescindible que los niños aprendan a respetar los turnos de palabra, y a no interrumpirse.
Por otra parte, debemos dejar que los niños se expresen libremente. Y, por supuesto, ser respetuosos y tolerantes con sus opiniones e ideas. Incluso, con aquellas que parezcan más descabelladas. No debemos frenar esa espontaneidad natural que tienen los niños.
Esto puede parecer obvio. Pero, a veces, los adultos no les concedemos el tiempo suficiente para hablar, o les interrumpimos antes de que terminen. Como hemos mencionado antes, los niños tienen ritmos y tiempos de aprendizaje diferentes. Lo mismo les ocurre a la hora de pensar y hablar. Por tanto, debemos adaptarnos a ellos, ser respetuosos, y darles el tiempo que necesiten para expresarse libremente.
Para ello, tanto las madres y los padres como el personal educativo, debemos dar ejemplo y no convertir nuestras intervenciones en monólogos. En este sentido, es muy importante fomentar el diálogo, y el respeto por la diversidad de opiniones e ideas.
En las pedagogías activas, es fundamental la inteligencia emocional de los niños.
En las pedagogías activas, tanto si se aplican en casa como en el aula, se fomenta la inteligencia emocional de los niños.
En primer lugar, debemos permitirles sentir, validar sus emociones y dejar que afloren sin coartarlas. Y es que, los adultos, a veces, sin darnos cuenta, les decimos a los niños, que no lloren, que no se enfaden, o restamos importancia a lo que sienten.
Incluso, existen técnicas y métodos, bastante populares, que recomiendan “supuestos expertos” como dejarles llorar hasta que se cansen, no cogerles en brazos, o ignorarles sin ofrecerles consuelo, cuando tienen una rabieta. Esto es algo que me parece bastante cruel hacia los niños. ¿Cómo nos sentiríamos los adultos si al llorar o al sentimos mal, las personas de nuestro entorno nos ignorasen? Desde luego, que estas técnicas distan mucho de las pedagogías activas.
No debemos olvidar que los sentimientos y las emociones de un niño son tan importantes como los de un adulto. Todos somos personas. Por ello, los adultos debemos validar las emociones de los niños, dejarles sentir, permitírselo. Podemos ayudarles a gestionarlas, pero sin coartarlas. A veces, necesitarán su espacio. En otras ocasiones, nos pedirán consuelo y apoyo. Y, en otros momentos, sólo necesitarán que les escuchemos, que les acompañemos, saber que estamos ahí.
También, es importante que aprendan, desde pequeños, a reconocer sus emociones y las de los demás, a nombrarlas y a gestionarlas. Y, por supuesto, es fundamental fomentar en los niños la empatía hacia los demás.
En las pedagogías activas, se fomenta el aprendizaje cooperativo y colaborativo en los niños.
En las pedagogías activas, se fomenta el trabajo cooperativo y colaborativo en los niños, frente al competitivo.
De este modo, se reduce la ansiedad por competir. Ya que los niños trabajan unidos para conseguir alcanzar objetivos comunes. Así, aprenden que no sólo son importantes ellos mismos, de manera individual, sino que, también, son importantes los demás.
Con el aprendizaje cooperativo y colaborativo se fomentan las habilidades sociales de los niños, la igualdad y la participación. Además, aprenden a ser responsables, tanto con las tareas individuales como con las colectivas.
En las pedagogías activas, se opta por la resolución de conflictos de manera pacífica y constructiva.
En las pedagogías activas, los niños aprenden a resolver conflictos de manera pacífica y constructiva. Sin violencia. Mediante el diálogo. Para ello, es necesario poner en práctica, tanto en casa como en el aula, herramientas y recursos enfocados en encontrar soluciones.
Los conflictos pueden darse de manera individual, con uno mismo, o con los demás. A la hora de resolverlos, en mi opinión, los castigos no sirven de nada. Porque pueden frenar un conflicto en un momento dado, pero, no aportan soluciones para que los niños aprendan a gestionarlos.
Ante un conflicto, lo ideal es dialogar y comunicarnos con los niños, practicar la escucha activa y dejar que se expresen. Después, deben aprender a comprender que los actos tienen consecuencias. Y que hay distintas opciones, con sus pros y sus contras, entre las cuales, encontraremos la solución al conflicto.
Así que, tanto en casa como en el aula, os recomiendo resolver los conflictos de manera pacífica y constructiva. Esto lo podemos llevar a la práctica, realizando una asamblea con los niños, y a través de una lluvia de ideas, encontraremos entre todos, la mejor solución al problema.
Y hasta aquí… nuestra publicación de hoy centrada en las pedagogías activas y en cómo aplicarlas, de manera práctica, con los niños. Espero que os haya gustado y os resulte útil.
Antes de despedirme, os invito a dar un paseo virtual por el blog, donde podréis encontrar otros post que puedan ser de vuestro interés.
¡Gracias por estar ahí!
¡Nos leemos pronto! 😉